jueves, 25 de junio de 2009

El Voto Contrera

Siempre me dio un poco de vergüenza reconocer que soy hincha de Boca. Aún en épocas de éxito deportivo, siempre me imaginé que yo, como fanático del fútbol en general, no disfrutaba tanto al ver a mi equipo ganar como seguramente lo disfrutaría un hincha de Lanús. Nunca encontré un fundamento racional a esa sensación, y creo que tampoco me molesté en buscarlo, ya que el folklore del fútbol local impone una dosis mayor de patearle la cabeza a otras personas, y no tanto razonamiento filosófico kantiano.

Pero últimamente, creo que empecé a encontrar el por qué de esta ambivalencia permanente; no me gusta pertenecer a las mayorías. O, aún peor; me gusta hacer la contra.

Espero que todavía sigan leyendo este texto sin haber perdido la esperanza de que el mismo tenga algún punto de conexión con el Derecho Constitucional. De todas formas, y encontrándome a punto de finalizar mi cursada de Derecho Concursal/Derecho Cambiario, aprendí que no todo tiene que tener una conexión lógica.

Referirme a las elecciones legislativas de este domingo no alimenta mi reputación de contrera absoluto, ya que al ser un tema que está en boca de todos, la opción lógica sería hablar de algún otro tópico, en lo posible, pasado de moda. (Me acuerdo que en el ´95 estaba de moda el cólera. O en el ´97, para estar en onda había que tratar el problema de la discriminación.)

Pero escuchando las opiniones de la gente al momento de argumentar por qué va a votar de tal o cuál forma, descubrí un elemento interesante; la mayoría de la población va a votar para hacerle la contra a alguien.

El slogan de De Narváez es "Votemos todos al mismo" o algo así. Su principal estrategia reside en centralizar todos los votos en contra del oficialismo. Y en una escena política donde no se discuten proyectos de ningún tipo, puede ser que le alcance.

Del otro lado, están los que sienten obligados a votar al oficialismo, sólo para evitar que "gane" a quien consideran la encarnación misma del demonio.

En definitiva, nos encontramos con un concurso de popularidad siniestro, tinellizado. Evolucionamos del modelo de los noventa de "voto al menos malo", a un nuevo razonamiento de "voto al que es más probable que le gane a los que odio".

Pero también hay una minoría. Los que van a ejercer su derecho electoral por sus propias convicciones, eligiendo a quienes realmente consideran los más idóneos para desarrollar las tareas legislativas.

Como contrera de la primera hora, me tengo que enrolar en esta minoría. Y hacerle la contra a la gran mayoría, que vota sólo para enfrentar a sus enemigos.

Pero debo reconocer, que la política no es como el fútbol, y aunque este comentario genere la antipatía de algún profesor titular cuya identidad vamos a reservar, hay días que en los que me da más placer ver a River perder, que a Boca ganar.


domingo, 17 de mayo de 2009

Historias jurisprudenciales. Vol. I

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El niño se acercó al padre y le preguntó:

—Padre, ¿qué es un sofisma?
— Hijo, un sofisma es lo que comúnmente se llama falacia, es decir, un argumento que si bien se muestra como correcto, encierra en verdad una mera apariencia de validez. Es un argumento que en verdad no brinda ningún tipo de razón atinente a la verdad de la conclusión.
—Padre, en verdad no entiendo. Muéstrame un ejemplo.
— Sí hijo. Claro. Tomemos este fragmento:

Conforme al art. 19 de la Constitución Nacional, las "acciones privadas" están exentas de la autoridad de los magistrados cuando "de ningún modo" ofendan al orden y a la moral pública ni perjudiquen a terceros. La expresión encomillada tiene alcance inequívoco y no es lícito soslayarla. Para que queden fuera del ámbito de aquel precepto no es necesario que las acciones privadas sean ofensivas o perjudiciales --en el sentido indicado-- en toda hipótesis o en la generalidad de los casos.

Basta que "de algún modo", cierto y ponderable, tengan ese carácter. Lo que "de algún modo", trae consigo los efectos aludidos en el art. 19 está sujeto a la autoridad de los magistrados y, por tanto, se subordina a las formas de control social que el Estado, como agente insustituible del bien común, pueda emplear lícita y discrecionalmente. No es compartible, pues, el criterio expuesto en el primer voto de Fallos: 308:1392 (consid. 8°), donde se sostuvo que la norma constitucional "sub examine" sólo es inaplicable si "debe presumirse" que las acciones privadas afectarán a la ética colectiva "en todos los casos". Lo que el texto dice es lo opuesto.

El art. 19 queda excluido si las acciones privadas originan esas "consecuencias" "en algunos casos", que es lo que, con toda evidencia, sucede en las situaciones a que se refiere esta causa. Los drogadictos ofrecen su ejemplo, su instigación o su convite a quienes no lo son, al menos en muchísimos supuestos reales.

El efecto "contagioso" de la drogadicción y la tendencia a "contagiar" de los drogadictos son un hecho público y notorio, o sea un elemento de la verdad jurídica objetiva que los jueces no pueden ignorar. En una gran cantidad de casos, las consecuencias de la conducta de un drogadicto no quedan encerradas en su "intimidad" sino que "se exteriorizan en acciones", como dijo alguna vez la Corte Suprema para definir los actos que son extraños al art. 19. Porque es claro que no hay "intimidad" ni "privacidad" si hay exteriorización y si esa exteriorización es apta para afectar, de algún modo, el orden o la moral pública, o los derechos de un tercero. Pretender que el comportamiento de los drogadictos no se exterioriza "de algún modo" es apartarse de los datos más obvios, penosos y aun dramáticos de la realidad cotidiana.

— ¡Ah!. Entiendo Padre. Todo ahora resulta más claro.
— Me alegro hijo. ¿Quieres más café?
— ¡Sí por favor!

miércoles, 29 de abril de 2009

Dos relatos

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Intenten graficarse esta situación mientras se las relato:

Canal de noticias marplatense (el que usted guste), en pleno mediodía, vuelve de la pausa comercial al ritmo de esas típicas canciones de noticiero —pedorras, con mucho viento de metal con melodías horribles— y en un fade out del audio le da entrada al locutor que anuncia una terrible tragedia en la facultad de derecho.

El locutor comienza a relatar que a las 18:30 horas aproximadamente del día de ayer y luego de que uno de los ascensores reportara una falla que motivó el timbre de alarma interna de uno de los cubículos, finalmente se desprendió de su carril y haciendo honor a la gravedad se dirigió a varios kilómetros por hora hacia el suelo, provocando 6 heridos graves y una muerte. (Imaginemos una sola).

A la salida, los alumnos enojados manifestando frente a las cámaras y al micrófono que es una vergüenza que se no se controlen a los ascensores, y que no se invierta en su reparación. Otra señora anonadada manifiesta que una vez ella tocó el quinto, y el ascensor frenó en el cuarto. Atolondrado por un alud de furia, otro alumno manifiesta que es una tragedia evitable si las autoridades —imaginemos que tira algún nombre— hubiesen estado al tanto del estado del ascensor y lo hubiesen arreglado. De fondo, los peritos miran la escena y no comprenden qué pudo haber pasado.

Pero eso no importa. En ese momento, todos son expertos en ascensores y todos son expertos en derecho penal ascensoril. Creen saber qué pasó, por qué pasó, y culpa de quién (que es siempre otro, claro).





Ahora imaginen esta otra situación (pongamos que fue el día anterior a la que acabo de relatar):


18:30 de la tarde, horario complejo en la facultad. Todos tienen que cursar en todas las aulas. Todos tienen que ir a algún lado.

Frente a los dos ascensores siempre hay, imaginemos, 15 personas promedio. Es casi un dato de rigor científico que esperar un ascensor es incómodo; uno comienza a apretar una y otra vez el botón creyendo que la computadora que dirige esos aparatos de transporte no tomó nota de nuestro pedido. Por eso, clic clic clic. Lo llamamos una y otra vez.

Claro que cuando el ascensor llega es el milagro que se hace materialidad, es Dios que nos ilumina con su gloria divina —Amén— y todos se insertan anárquica y apresuradamente conforme el orden de llegada. Tal vez alguna excepción implica que alguien mire a su deredor para ver si hay alguien mayor, lesionado, con capacidades diferentes, o quién sabe qué circunstancia que consideren pueda ser más digno de subirse. Por lo general no ocurre. Si se abre la puerta...¡Todos a bordo!.

Allí —en el ascensor, debajo del cartel que dice "CAPACIDAD MÁXIMA 5 PERSONAS"— suben todos los que entren. Todos los que se puedan caber. Recién en cierto punto se da un diálogo que es casi una constante:

—¿Entro? —dice el que se quedó afuera que no llegó a entrar por poquito, mientras mira a 6 o 7 afortunados aparruchados en el cubículo de la felicidad mobiliaria.
—¿uhmmm a ver? —dice uno que siempre se erige como el líder espiritual del grupo de los que "lograron entrar" (por lo general está al lado del tablero)
— Me parece que si, probá —alega uno en el fondo, bien en el fondo con su victoria asegurada.

Allí mismo el que curiosamente quiere ver "si entra" pisa suavemente el ascensor y todos, absolutamente todos en el mismo lugar donde se impone aquella obra de arte de la seguridad personal del consmidor, me refiero al cartel "CAPACIDAD MÁXIMA 5 PERSONAS", allí mismo todos miran el mágico mundo de colores del tablero, donde se analiza el peso que está soportando en ese instante el aparato cuyas tonalidades van del verde "todo bien", el amarillo "epa epa" y el rojo "todo mal" (o en su variante rojo "el último está gordito").

Claro, que lejos de ser cinco personas, a ese punto ya hay como 7 u 8. Sin embargo, si al subir este último pasajero la luz se mantiene amarilla, se escucharán algunas risas y algún "—¡ja ja justito!". Las puertas se cerrarán y los siete —ahora ocho— se van chochos para los pisos superiores a cursar sus materias.


Son dos relatos. Uno es ficticio y el otro real, diario, cotidiano.

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lunes, 27 de abril de 2009

Nuevo Colaborador

Totalmente avasallado por la responsabilidad que implica llevar adelante este diario, y amedrentado por todo tipo de amenazas no constructivas, este servidor tiene el agrado de presentarles a su nuevo colaborador, el Dr., Licenciado, Escritor, Opinador Multítemático, Músico, y 9 de Área, Sr. Tomás Marino. El mismo nos acompañará a partir de ahora, y le damos la bienvenida.
PD: se les recomienda a los alumnos comenzar a estudiar para el primer parcial, ante la inminente llegada del momento procesal académico conocido como "el punto de no retorno" o "lo que no estudié hasta ahora, no lo pienso estudiar nunca más". Saludos.-

miércoles, 1 de abril de 2009

sábado, 28 de marzo de 2009

Nueva Bibliografía

Ante los rápidos avances de las ciencias jurídicas en nuestro país, y el surgimiento de nuevos autores caracterizados por su pensamiento revolucionario y su compromiso social, la cátedra sugiere la lectura de la nueva obra de S. Giménez; "Nuevas aproximaciones a los DDHH; redefiniendo los alcances del Pacto de San José de Costa Rica". Saludos.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Bienvenidos al Blog

Entusiasmado por la capacidad literaria y cómica de este servidor más que por sus conocimientos jurídicos, el Dr. Jiménez ha "sugerido" (léase: ordenado despóticamente) la creación de este espacio para compartir con ustedes, los estudiantes de la materia, las vicisitudes de las cursadas y la vida académica.
El mismo titulo de este Blog hace referencia al carácter no vinculante y descontracturado del mismo. Para decirlo de otra forma, nada de lo que acá digan será tomado como elemento para ser aprobados o desaprobados, así que pueden sentirse libres de agredir el ya bastante baqueteado honor de los integrantes de la cátedra. Desde aqui, se les responderá con la misma moneda.
Bienvenidos!