lunes, 15 de agosto de 2011

Análisis - Elecciones primarias: Por qué ganaron


Por Facundo del Hoyo

El cuestionamiento al que hace referencia el título es el primero que nace al tomar conocimiento del resultado de cualquier elección. Sin embargo, las primarias abiertas que se disputaron ayer, concebidas alguna vez por Néstor Kirchner, no fue cualquier sufragio. Fue el anticipo de lo que vendrá. Y eso es lo que seguramente le trajo insomnio a los perdedores. Por qué se perdió, es la pregunta que también surge nerviosamente.

El claro triunfo de Cristina Fernández sobre el resto de los candidatos a las presidenciales abrirá un debate largo y espeso que se decidirá en octubre. La obtención del 50 por ciento de los votos es la confirmación de la hipótesis: la sociedad está dividida, polarizada, hasta crispada entre dos opciones. Sí o no a la continuidad. Pero esas no fueron las opciones que se pudieron elegir en esa elección de carácter plesbicitario, hubo más de dos opciones, hubo mucho más. La oposición ofreció dispersión, desacuerdo, desencuentro. El Acuerdo Cívico y Social que había aglutinado a sectores no peronistas como una alternativa madura entre el socialismo, el radicalismo y la Coalición Cívica quedó enterrado en el olvido. Dichos partidos se inclinaron por la resignación, por ese pensamiento tan últimamente manifiesto: sin peronismo, no hay triunfo. Entonces, Ricardo Alfonsín, habiendo quedado como único caudillo superviviente del radicalismo (después de de zanjar la interna con Sanz y Cobos), dejó pegarse a Francisco De Narváez, en una alianza con olor a traición.

Ese es un ejemplo de la improvisación y la desinteligencia de la oposición para enfrentar a Cristina, entre muchos errores más, tantos casi como partidos se presentaron a dar batalla. Fue una equivocación conjunta. Sin quererlo (o queriéndolo, pero sin intentarlo), el oficialismo triunfó con la maquiavélica regla “divide y reinarás”.

Parte de la oposición supo leer eso y sabe que sólo tiene que confiar y esperar. Mauricio Macri y su camada del PRO se refugiaron en su bastión y no quisieron entrometerse. Es más, el reelecto Jefe de Gobierno porteño abrió, por lo menos desde el discurso post electoral, una etapa de menos confrontamientos. Su saludo y felicitación a la Presidenta lo demuestran. Sabe que al kirchnerismo hay que ganarle por otro lado. La situación actual dista mucho de la de 2008.

No sólo esa fue la llave que abre la puerta a unas cómodas elecciones en octubre. También, y vale decirlo, el mérito del oficialismo de despegarse de esas disputas y poner todas las fichas a su proyecto, sin cambios. Poco frecuente fue que en las campañas publicitarias no asomara la palabra “cambio”. Es evidente que los casos de corrupción que han colmado las publicaciones matutinas no han llegado a resonar lo suficiente en el cuarto oscuro. Ni siquiera los recientes, como el desvío de fondos vinculado a Sergio Shocklender y la fundación Madres de Plaza de Mayo. Los medios anti-K han perdido credibilidad. Son predecibles.

Una de las interpretaciones que aparece es que la gente no arriesga. Prefiere mantener la estabilidad. La pregunta es si la Argentina está preparada para la continuidad, porque la historia ha demostrado lo contrario. Hasta los que alguna vez se opusieron al modelo actual, lo defienden por sostener que es el “mal menor”. La oposición deberá procurar sentarse a dialogar y no quedarse en la discusión inocua sobre si Duhalde o Alfonsín es el verdadero segundo. Todo indica que si no hay coalición, no hay puja electoral y el triunfo está cantado. Es tiempo de autocríticas y aggiornamiento. Quizás el electorado le tenga miedo a la falta de gobernabilidad, fantasma que acosa al radicalismo de antaño. El cinismo es peligroso y autoritario, no es saludable para el espíritu republicano, pero aniquila esa falta de gobernabilidad. Por eso el kirchnerismo ha llevado la despótica bandera de los decretos de necesidad y urgencia.

La muerte de Néstor Kirchner marcó un antes y un después en la vida institucional. Ya no son los albores de la primera presidencia de Cristina Kirchner, cuando la Sociedad Rural aglutinaba 300 mil personas que se alzaban contra el oficialismo, cuando Julio Cobos imaginaba competir por la presidencia, cuando la clase media salió a protestar con cacerolas, otra vez, siete años más tarde, como un signo de que asomaba la debacle. La coyuntura es bien diferente. La Presidenta y las agrupaciones juveniles que la acompañan han hecho de Néstor Kirchner un mártir y su nombre es el slogan de campaña.

En sus últimos actos, principalmente en el cierre de campaña y ayer, en su búnker del partido, pudo apreciarse una serie de elementos “paradiscursivos” que se inyectan en el inconsciente colectivo de los votantes e influyen de sobremanera a la hora de introducir el sobre en la urna: papelitos, colores celeste y blanco (invitando e incitando al patriotismo), la música, las lágrimas, los cantos, las infinitas alusiones a Perón, figura que acompaña en los retratos de muchos hogares del conurbano bonaerense y un talento y tono discursivo de la Presidenta envidiables y elogiados a nivel mundial. Del otro lado, aún se ve a una oposición apagada y dispersa. Algunos con propuestas firmes y otros aún quedados en el tiempo. Proyecto Sur y la Coalición Cívica sufrieron un golpe del que va a costar recuperarse. Son agrupaciones respetables que necesitan maduración para poder instalarse definitivamente como alternativas de prestigio y llegada a la gente. Lo mismo que el socialismo, aunque su elección ha sido destacable.

El siempre excitista y emocional pueblo argentino que ayer se interesó por el oficialismo sopesó eso y algunas ventajas que no llegan a reparar el déficit de la educación, de la salud, de la cultura del trabajo, de la crisis de valores pero que ayudan a muchos sectores vulnerables y son trascendentales para asegurar el voto: plan “LCD para todos” para jubilados menores de 75 años; plan “Fútbol para Todos” para conformar al futbolero que sufría por la transmisión codificada; suba a los haberes de los jubilados; Asignación Universal por Hijo para embarazadas de riesgo, entre otras. Alentar al consumo y disimular la innegable inflación para no generar un impacto negativo, ese es el plan. Esa última idea nos da la respuesta de por qué desde el INDEC se eligió cambiar la fecha de publicación de las cifras del índice de precios al consumidor (IPC) del viernes a hoy, un día después del sufragio. Una verdadera cachetada a quien concurre todas las semanas a un supermercado.

En consecuencia de todo lo antedicho, el modelo y legados kirchneristas ya son parte de la tradición peronista y la oposición deberá convencer con alternativas que muestren que falta muchísimo más por hacer y que el país está muy lejos de ser lo que está preparado para ser. Un cielo negro se vislumbra cuando se analizan la situaciones de Europa y Estados Unidos. Las potencias se están renovando y la Argentina deberá aliarse estratégicamente y pensar en inversión para generar confianza en el empresariado, con líneas de créditos a bajas tasas de interés. Es hora de dejar los fanatismos que ciegan de lado para superar la polarización y saber negociar. Está en manos del electorado decidir.



1 comentario:

  1. Estimado Facundo: muy interesante el análisis: entiendo que no has votado por Cristina Fernández, lo cual esta muy bien, ya que debes haber ejercido alguna otra de las opciones que habían. Veremos que sucede en octubre, pero hay que tener en cuenta que en general el voto mayoritario no tiende al empeoramiento de las condiciones (o al suicidio, como quieras llamarlo). Menem en 1995 logró un porcentaje similar al de la Presidenta, y es muy simplista pensar que fue por el voto cuota o porque a nadie le importaba la corrupción. Luego del diciplinamiento de la hiperinflación del 89 al 91, el pueblo pudo ver que la alianza Bordon-Alvarez les garantizaba solo un nuevo salto al vacio (aunque a mi no me gustara, y la comprobación histórica lamentablemente fue la Alianza 1999-2001). Las explicaciones de un voto mayoritario son muy complejas, pero cuando un candidato se impone, porcentaje más o menos, en todo el país, grandes urbes, zonas rurales, etc, hay que tener en cuenta esa extraña percepción social que indica que lo que esta en frente no le garantiza algo mejor. Insisto, quizá el voto de 1999 entre De La Rua y Duhalde es un contra argumento, pero bueno, eso era la sarten o el fuego.

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